jueves, 30 de septiembre de 2010

HoyPiliha ... hecho de sí un personaje literario


Hoy Pili ha hecho de sí un personaje literario....

Porque Pili ya no es sólo esa amiga nuestra a la que vemos de vez en cuando y que siempre encontramos con buen humor, con ganas de reírse y al lado de todos como presencia siempre cómoda. No, Pili, poco a poco, ha ido haciendo de sí un personaje que todos recordamos, casi se convierte en una "marca", porque cuando recordamos a Pili, se nos vienen a la cabeza los momentos más graciosos vividos con ella, recordamos todo en nuestra mente descrito como si se tratara de lo real, cuando ya hemos puesto en la memoria todas esas cosas que Pili lleva consigo. Y es que Pili, ya no sólo es Pili, ahora son recuerdos, alegrías y momentos que todos compartimos con una persona que llena el mundo de colores y hace de cualquier circunstancia un posible guión para las risas.

Por eso, Pili, es ya como el Quijote, y se convierte en el trasunto de un personaje que adquiere vida propia.

HoyPiliha hecho de sí... eso que perdura para siempre.

jueves, 5 de febrero de 2009

HoyPiliha... estado a punto de atropellar a una mujer (I)


HoyPiliha... estado a punto de atropellar a una mujer, y es que está comenzando una nueva era, la de Pili al volante.

Son ya bastantes (y más que serán) las prácticas de coche de Pili al lado de un profesor portugués que repite en cada sesión unas 23 veces: "não acelerar"; lo que puede ser fácilmente traducido por "no aceleres que nos matamos".

Por todos es sabido que Pili se muda, de vez en cuando, a un mundo paralelo que hemos bautizado como "Pililandia" y en el que todas las cosas son maravillosas y tranquilas. Mientras hablas con Pili o reclamas su atención, ella puede estar mirando al infinito y paseando por las calles de colores de este país paralelo. Y esto también lo hace mientras conduce, por lo que su profesor portugués de autoescuela puede hablarle y hablarle mientras Pili, con el volante en las manos, mira al infinito. Lisboa es una ciudad sucia llena de coches acelerados con los embragues a punto de pasar a mejor vida, pero el profesor lo prefiere a esa hora diaria al lado de una camicace que puede preguntarle cómo hacer algo y dejar de hacerle caso en el mismo instante. ¿Por qué preguntará Pili cosas si luego no escucha la respuesta? Nadie lo sabe, nosotros suponemos que es reclamada en Pililandia y tiene que atender allí los intereses de su reino.

jueves, 29 de enero de 2009

HoyPiliha... partido el extractor


HoyPiliha... partido el extractor de la cocina.

Pili, esa chica calmada que parece que no ha roto un plato en su vida, al menos adrede. Pili, esa chica de voz suave, que parece que hablen los ángeles, que parece que silven los árboles... Pili, la sosegada; Pili, la calma en el bullicio, la instantanea del movimiento, ladrona de nervisismos y desesperante en las prisas... Pili, que para trenes porque detiene el tiempo...

Pero no es oro todo lo que reluce, incluso Pili puede tener un día malo. Tras venir del trabajo, estresada por los recados de la jornada, Pili puede alcanzar un estado de tensión. Llega a la cocina, suelta unas siete bolsas de Mercadona sin orden ni concierto sobre una encimera llena de las "cosas de antes de ayer", que tiene que empujar hacia la pared. Mira las bolsas, como pensando dónde ira cada cosa, qué será para el frigorífico y qué para el baño, decide dejar para después el colocar, y se dispone a cocinar.

Cuando Pili cocina es cómo si todas las freidurías de la Costa del Sol se pusieran a resoplar sus humos grasientos en un recinto de 4 metros cuadrados. El olor se pega a la ropa, a las paredes, sale al pasillo, persigue al visitante e impregna los poros de la piel hasta que las células mueran y resuciten en una de esas ocasiones con las que tan cansino se pone Punset. Cuando uno sale de la cocina es como si hubiera estado bebiendo cañas hasta reventar en Lauticia y llevara ya de por vida ese olor característico por el que tu madre te dice al llegar a casa: "Vienes de Lauticia, eh"

Y en este ambiente del aceite, de la grasa, del colesterol y de los congelados, Pili se enerva y hace que, coger un cuchillo para cortar algo, sea una actividad de alto riesgo para los que la sufrimos y disfrutamos. Es capaz de coger la madera para cortar los alimentos y soltarla tan ferozmente sobre la encimera que un cromo diría !Ay! Y un jamón se haría chulla na' más que del susto.

Cuando Pili acabó de cocinar, un deslenguado le recordó que debía cerrar el extractor. ¡En qué momento! Como los de matrix levitando por segundos, con las cejas más arqueadas que ZP delante de un obispo, con los dientes apretados a lo Bruce Lee, el plato de croquetas en la mano izquierda y la derecha libre para ejecutar al extractor; Pili le soltó un sopapo a mano abierta y partió el extractor por la mitad.

No le dije nada, preferí conservar la cara y, Pili, resuelta, se marchó ya sin nervios hacia el salón, a disfrutar de sus croquetas.

martes, 20 de enero de 2009

HoyPiliha... caído a una trinchera


HoyPiliha... caído a una trinchera...

Muchos dicen que las ocurrencias de este blog son de los que escribimos, cuando las ocurrencias no son más que de lo único que se pretende narrar: la vida de Pili.

Y la verdad es que, echando un vistazo rápido a los post del blog, uno puede pensar que todo está lleno de imaginación, de pensamientos en días de aburrimiento e, incluso, de mala leche. Pero nada más lejos de nuestra intención que narrar una vida singular, llena de alegría y de originalidad.

Pues sí, hoy Pili se ha caído a una trinchera, y os podemos asegurar que era una trinchera como Dios manda y no un gua para las canicas.

Pili se fue a pasar el fin de semana con sus amigos y comenzó a caminar por el antiguo y conocido Campo de Montiel, y era verdad que por él caminaba. Allí se habían trasladado con la intención de compartir, entre otras cosas, el juego del Paintball, versión moderna de la honda, a la que jugaban nuestros padres a pedradas.

Como la modernidad es como es, el Paintball se juega con una especia de imitación de metralleta rellena de bolazos de pinturas varias, que no de piedras como nuestro antiguo juego de la honda, y consiste en disparar cuantas más acertadas veces mejor al oponente para llenarlo de colorines y descargar así el máximo de adrenalina posible, sustancia ésta que segrega nuestro cuerpo y a la que suele estar enganchado todo trabajador de cuello blanco.

El campo de juego es variado según el sitio al que uno se vaya a disfrutar de los bolazos de pintura. Si vas al pirineo hay mucha pedriza natural para esconderse; si vas a Asturias tienes un montón de hierba gigantesca; si te acercas a las Tablas de Daimiel te puedes esconder entre las grietecillas de lo que antaño fueron tablas de agua; y si vas al Campo de Montiel tienes alguna que otra toba escuchimizada tras la que no protegerte de nada, y unos modernos guas a imitación de las trincheras que el señor que lleva el campo de Paintball se ha dedicado durante meses a cavar a fuerza de azadazos.

Pues bien, todos los amigos de Pili y Pili, por supuesto, llegaron al campo dispuestos a resolver sus diferencias a fuerza de disparos. Allí les esperaba un señor que les iba a explicar cómo debían enfrentarse unos contra otros sin morir, o al menos mueriendo sólo de deseo. Los amigos rodeaban al señor que explicaba las reglas y la correcta puesta del uniforme, mientras Pili, en su mundo, tonteaba con las gafas llenas de sudor ajeno que había alquilado. Como no veía mucho y, mientras se recolocaba las gafas, pensaba en el arma que tenía en su mano y en si haría daño como le habían contado, se fue yendo hacia atrás poco a poco, mirando vizcamente la pistolilla. Algún amigo le avisó, pero Pili vive en Pililandia, y allí no se escuchan los consejos.

Poco apoco, el señor de las explicaciones era más y más cansino y los pasos de Pili, cortos, se acercaban más y más a una trinchera sin camuflar a cinco metros tras ella. Entonces, mientras la explicación versaba sobre la obligatoriedad de utilizar unas gafas que Pili llevaba ya medio puestas y bastante dobladas, mientras nuestra despistada amiga miraba la pistola pensando en qué clase de ingenio podía haber inventado aquello; mientras se imaginaba a sí misma como caballero andante danzando por los pueblos de Montiel y luchando contras las injusticias que le salieran al paso; mientras se veía consiguiendo los amores de un principe multicolor tras haber sido atacado a fuerza de pistolillas de bolazos de pintura; mientras intuía cómo ella, al abrazar al principe seguiría color carne puesto que ningún balazo habría alcanzado a heroína tan eficaz, metió el pie derecho en la trinchera y se dio tal guantá que la pierna izquierda adquirió formas de contorsionista, la metralleta pinturera voló hacia delante y, si hubiera estado presente algún particular Rocinante se habría destornillado de reír al igual que los amigos de Pili al ver tan enorme guacharazo.

Todos se acercaron con la intención de ayudar a Pili, que yacía en aquel gua con las gafas medio fuera de su cabeza y más en la frente que en los ojos, pero no podían hacer nada a causa de las risas por la desaparición de Pili del campo de batalla mucho antes de empezar la guerra. Y Pili, que últimamente no hace mucho deporte y está más "aterroná" que el azucarero de un diabético, no podía salir de su trinchera.

Al final, tras unos medio gritos de Pili pidiendo ayuda tras las gafas a la voz de "jooo, si es que no se veía", unas manos amigas levantaron a nuestra heroína de su trinchera y pudieron empezar la batalla en el Campo de Montiel, por donde caminaba Pili, y era verdad que por él caminaba.

jueves, 8 de enero de 2009

HoyPiliha parado un tren en marcha...


... HoyPiliha... parado un tren en marcha...

Pili hacía la maleta, en su casa, como siempre, mientras su hermano esperaba para llevarla a Alcázar a coger el tren. Con unas prisas mucho más psicológicas que reales corría de un lado a otro buscando el cargador del móvil, escaleras arriba, escaleras abajo. Cuando todo estaba listo, subió al coche con los problemas propios de quien lleva consigo una maleta más grande que sí y dos enormes mochilas bajo las axilas.

El coche, que ya parecía un tren indio, se encamina hacia la InterToTo (autovía que une la localidad de TOledo con la urbe de TOmelloso) con dirección Alcázar de San Juan. Habían salido con prisas, pero aún podía llegar sin problemas para coger el tren a Madrid.

Ahora bien, no sé si por el rollo del Ave, el alcantarillado "inundatorio" o la ilusión que les hace tener un Carrefour, al que puso las señales para llegar a la estación de tren, según se entra desde Tomelloso, se le fue la pinza bastante y no hay quien llegue a tiempo a la Renfe. Quizá es que Bódalo quiere que veamos Alcázar y los gigantescos árboles de la plaza, pero el caso es que uno acaba pasando por todos sitios, pero sin llegar nunca a la estación.

Tras diez intensos minutos de "que si llego" de "que si no llego", la estación de tren, como el final del camino de baldosas amarillas, mientras "Somewhere over the rainbow" suena esperanzada en la radio , aparece frente a los ojos de Pili, que la mira emocionada. Pronto, unas pequeñas lágrimas que anuncian las esperanzas cumplidas aparecen tímidamente en sus ojos, mezcladas ya con el sudor nervioso por llegar en punto a la Renfe, lugar donde si llegas a tiempo hay retraso, pero si llegas en punto el tren "se fue hace un par de minutos, ¿quieres un billete para dentro de doce horas?

El caso es que Pili, como una Judy Garland llegando a Oz, corría escaleras abajo con su enorme maleta y dos mochilas no sé dónde. Empujando el serijo naranja que le guarda la ropa con la rodilla derecha, y apoyándose sobre la izquierda a modo de muleta subía las siguientes escaleras para llegar a una vía que... ¡Ay, si no es esta! Sí, se había equivocado de vía.

Pili miró a la vía de enfrente, allí estaba su tren. Estuvo tentada para saltar por los raíles como un galgo y llegar así a su tan preciada meta madrileña, pero el equipaje de marquesa y la pereza de tener que saltarse el tren entero para subir por el otro lado de los vagones le quitaron la idea. Vuelve a bajar las escaleras, casi lanzando el baúl de la Piquer, se encamina por los urinarios públicos que son los pasillos distribuidores de la estación de Alcázar hacia la vía cierta y vuelve a subir las escaleras, haciendo extraños ruidos de paritorio con la garganta. Ahora empuja el remolque de ropas varias con la rodilla izquierda, pues la derecha la tiene llena de recientes cardenales y comienza a alzarse su cabeza entre las vías. Sus ojos, abiertos como los de Gollum ante la cercanía del anillo, quieren llegar al tren antes que el resto de los órganos, que están muy ocupados en trasladar el equipaje. Pero ... ¡Ay, se va...!

Pili no terminó de subir todos los peldaños. Con la boca entreabierta y humeante por el frío de diciembre, mira arrepentida cómo el tren se marcha. Su cabeza gira mirando un vagón con un asiento vacío .... su asiento.

"¡Nooo, pero por quéeeee!" fue lo que escuchó un simpático y orondo señor de bigote con gorra del XIX y banderín a juego. Este señor, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos, levantó su decimonónica baliza colorada y, de inmediato el tren exhaló ese característico grito que imitamos al echar la cabeza pa'lante, estrechar el cuello y tensar la boca buscando una "i". Pronto se escuchó ese "sssshhh" descansado de los frenos y, mientras el tren interrumpía su corta marcha, el señor de la gorra miró a Pili con ojos paternos, sonrió como sólo pueden hacerlo las buenas personas y dijo: Anda, sube al tren, feliz Navidad.

martes, 16 de diciembre de 2008

... intentado limpiar la vitrocerámica, y ha recreado las cales




HoyPiliha... intentado limpiar la vitrocerámica, y ha recreado las cales.

"Las cales", ese lugar mítico de Tomelloso en el que los jóvenes se regocijaban en sus amores, mentían en sus quereres y se sumergían en los más oscuro de sus sentimientos. Situadas al lado de "los pinos", de descripción parecida, aunque mucho más ecológica, "las cales" han sido recurso habitual de chistes fáciles adolescentes y, a partir de hoy, recurso artístico para Pili.

Cuando uno se encuentra ante una vitrocerámica pringosa, más pegada que Don Pimpón a una cama de velcro, y más chorreante que... (me reservo la comparación) tiene dos opciones: o la deja para que la limpie el que venga detrás, o la limpia él mismo. Pues bien, Pili, en un extraño comportamiento quizá inspirado por la gracia sobrenatural, tomó la segunda opción.

Pili, una artista no frustrada, un alma libre en un mundo de colores que pinta con tanta poesía y tradición como un mayo infanteño, no puede apartar el arte de cada movimiento, de cada empresa, de cada obra de diseño; y no podía, por tanto, limpiar una vitrocerámica como cualquier mortal. Tras fregar los platos y vasos, se encaminó de un paso a los hogares ya mugrientos. Enfrentada ante lo que parecía una almazara "desfondá", agarró la botella del "limpiavitrocerámicas" (comprended que con tantas visitas no hagamos publicidad gratuita de la marca), lo giró ciento ochenta grados y apretó.

Cualquiera de nosotros habríamos dejado caer el líquido sobre la virocerámica, pero Pili imaginaba la ubre de una vaca vergonzosa, y apretó con intención. De pronto, el "limpiavitrocerámicas" se escanció sobre la superficie llena de aceite como un remolque basculante derrama el mosto. El líquido pringoso formó una especie de grueso paréntesis sobre la vitro. Pili no pudo más que recordar su infancia en "las cales", los domingos después de misa, llenándose del polvo blanco, excusa de las regañinas de las madres. La cantidad derramada permitiría a los de terrazos hacer muchos baldosines, y bien podían haber "asfaltao" las calle "los carros" de Terrazos VEN con el "limpiavitrocerámicas" que había sobre la vitro.

Pili se dio media vuelta, me miró con los ojos tan abiertos como los del niño que rompe el "vidriao", y exclamó: ¡Ay yo no quería!

Sólo unos diez minutos después y cinco balletas de ocho enjuages cada una, consiguieron retirar tal cantidad de "limpiavitrocerámicas" de la superficie. El aceite, que bien era la cantidad que Gala ha podido producir en toda una vida, se mezclaba con el líquido limpiador formando una especie de pasta de color poco descriptible, pesada como el cemento y viscosa como las guachareras de Rajoy; y Pili acarreaba sin miedo los quilos de "aceiteclen", como bien se podía llamar "aquello".

Al final, la vitrocerámica está limpia, la cocina medio curiosa, y el fregadero... bueno el fregadero parece una espuerta de Torrero.

lunes, 1 de diciembre de 2008

... roto un paraguas, se ha caído y reprimido sus lloros por la vergüenza...

HoyPiliha ... roto un paraguas, se ha caído y reprimido sus lloros por la vergüenza...

Regresaba Pili a casa después de una dura jornada laboral en la que ha tenido que sufrir no pocas y habituales órdenes de cerebros animalizados. Mientras el agua caía con fuerza y el viento más que soplar escupia, Pili luchaba contra sus fuerzas titánicas.

La fuerza que hace navegar a los barcos y trabajar a los molinos hacía que el paraguas le indicara el camino a seguir, tambaleándola por calles asustadas y soledades llenas de gente, propias de urbe decadente, como todas; y haciendo que el debate entre mojarse y resistir ocupara sus pensamientos.

Pili agarraba el paraguas con las dos manos y miraba alrededor, como pensando que la ciudad era pueblo, y conocidos la miraban y reían, extrañamente ajenos al vendaval que asolaba mentes y marcaba días que, de otra forma, nunca hubieran sido relevantes para nuestras vidas.

Cuando Pili se disponía a cruzar una de esas calles tan bien pavimentadas en Ciudad Real (ciudad esta donde primero llueve pa'bajo y después pa'rriba, con los escupitajos de las baldosas al pisar), un empujon enrabietado del gélido cierzo ha lanzado su paraguas al vacío. Cualquiera se hubiera frenado, pero Pili es trabajadora, fuerte y responsable; no iba a ser ella la que dejara escapar un paraguas prestado a causa de un pequeño soplido que no venía a cuento. Pili agarró el mango con fuerza, y si el paraguas ha sido lanzado al vacío, Pili ha ido detrás.

Ha sido menos de un segundo, pero el movimiento visto en su conjunto se ha asemejado a engancharse al látigo de la feria en marcha. Ahora bien, cuando el grito enfadado del viento ha cesado, Pili seguía con el mango del paraguas en su mano; en el suelo, eso sí. Los diez segundos posteriores la ciudad ha sido más pueblo, más humana; los viandantes se han convertido en paisanos y han dejado de ser meros ciudadanos con vidas enjauladas en pisos adoctrinados por el consumo más recomendable en cada tiempo, en cada hora. Sus rostros se han vuelto humanos, han mirado, han sonreído; ¡más que eso! ¡Han reído! Y por un momento también han sentido el vendaval, sus peinados se han humanizado, sus vestidos se han tornado en colores otoñales pero vivos y han sido cómplices del extrovertido humanismo de Pili.

La muchacha se ha levantado, despacio, mirando alrededor, sonriendo con las mejillas como llenas de dulces melones de agua; se ha acercado a una papelera y, mientras se empapaba, ha arrojado con gracia lo que quedaba del paraguas prestado. Ha reprimido sus lloros por la vergüenza, pero no ha evitado la risa hermanada con el mundo que la rodea. Durante largos y hermosos instantes, el mundo ha sido más cielo, la ciudad más comunidad, los viandantes han sido paisanos y una pequeña multitud ha descansado como no habiendo desaprendido nada con la edad.